- Sólo dos de los coches eléctricos analizados en un estudio independiente de velocidad de carga alcanzan la velocidad máxima declarada en condiciones reales.
- Tesla y otras marcas líder se quedan lejos de lo anunciado, alargando los tiempos en cargadores ultrarrápidos.
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El auge del coche eléctrico ha llegado acompañado de grandes promesas sobre sus capacidades, especialmente en lo que se refiere a la rapidez para recargar las baterías. Sin embargo, un reciente test sobre la velocidad de carga realizado por Auto Express pone en duda gran parte de esas afirmaciones. De hecho pone en evidencia que los tiempos y potencias de carga reales distan mucho de las cifras oficiales. Esta investigación, realizada con las mejores condiciones para optimizar la carga, pone al descubierto que la mayoría de vehículos en el mercado no cumple con sus especificaciones técnicas.
Más allá de la publicidad y el marketing, la experiencia cotidiana de muchos conductores de coches eléctricos es frustrante: las largas esperas en estaciones públicas, sobre todo para quienes no tienen opción de recarga en casa, se convierten en la norma. La brecha entre la teoría y la práctica afecta a los consumidores, pero también cuestiona en cierta medida la viabilidad del coche eléctrico como solución rápida y eficiente para el transporte diario.
Un test de velocidad de carga que desmonta las cifras oficiales
En el parking de Gridserve, Essex (Reino Unido), se llevó a cabo un experimento con diez de los vehículos eléctricos más vendidos en Europa. Utilizando un cargador ultrarrápido de 350 kW, cada coche se conectó cuando la batería estaba entre un 10 y 15%, y con una temperatura ambiente estable de 13 a 14 grados. No se aplicó “preacondicionamiento” térmico, es decir, no se calentó ni enfrió previamente la batería para optimizar su rendimiento, replicando así el uso habitual de muchos usuarios.
El principal objetivo fue medir la potencia máxima que alcanzaba cada vehículo durante la carga y el tiempo requerido para llegar al 60% de capacidad. Sólo dos modelos, el Ford Capri y el Volkswagen ID.7 Tourer GTX, cumplieron con su potencia máxima declarada. El resto mostró rendimientos inferiores, con un rendimiento especialmente bajo en casos muy conocidos, como el Tesla Model Y, que prometía 250 kW pero se quedó en 145 kW y tardó media hora para alcanzar el 60%.
Decepciones sobre la velocidad de carga
El Peugeot E-3008 se llevó la peor valoración: con una potencia anunciada de 160 kW, en la prueba sólo logró 13 kW, necesitando 38 minutos para la misma carga que modelos como el Porsche Taycan completaron en la mitad del tiempo. El Taycan, aunque no alcanzó los 320 kW prometidos, llegó a 282 kW, demostrando un mejor equilibrio entre potencia real y tiempo de carga.
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Este contraste pone en evidencia que las cifras que ofrecen los fabricantes son “picos” teóricos, muy alejados de lo que un conductor experimenta realmente. Paul Barker, editor de Auto Express, ha explicado que la potencia máxima que se publicita se refiere únicamente a un punto concreto de la carga, que dura poco y no refleja el proceso completo. Además, si el nivel de batería supera el 80% al llegar al punto de carga, la potencia cae notablemente y el tiempo de espera aumenta.
Excusas y realidades a cuestionar
Frente a estos resultados, algunas marcas han intentado justificar las diferencias. Tesla, por ejemplo, argumenta que sin “preacondicionar” la batería, es decir, sin prepararla para estar en su temperatura ideal, no se pueden alcanzar las velocidades máximas de carga. Sin embargo, esta explicación pierde fuerza al considerar que la mayoría de usuarios simplemente enchufan el vehículo y esperan que la carga sea rápida sin manipular condiciones previas.
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Lo que muestra este estudio es una realidad incómoda: la movilidad eléctrica, pese a su impulso político y social, a veces no logra satisfacer las expectativas cotidianas en términos de practicidad y rapidez. Mientras en Europa se aceleran las normativas para imponer esta tecnología, la experiencia real con los coches eléctricos revela un cierto retraso en el cumplimiento de lo prometido, y un futuro donde la carga rápida no siempre es sinónimo de velocidad real.
El desafío para la industria de la automoción es claro: deben cerrar la brecha entre lo anunciado y lo que realmente se experimenta para que la transición energética funcione sin generar frustración. Hasta entonces, los usuarios que dependen exclusivamente de la red pública deberán armarse de paciencia y recalibrar sus expectativas sobre la autonomía y los tiempos de recarga.
Soy una periodista madrileña con más de 25 años de experiencia. Cursé los estudios de periodismo en el Centro de Estudios Universitarios San Pablo CEU. A lo largo de mi trayectoria profesional he trabajado en medios como Motor 16, Km77, Car & Driver o Quad & Jet, y he colaborado con departamentos de prensa como el de BMW.